SINOPSIS
Arrumbado en un rincón de un edificio público de Guantánamo, en el extremo más oriental de Cuba,
se encuentra escondido uno de los tres fragmentos existentes de una escultura descomunal
representando a Fidel Castro en madera de caguayrán. A simple vista, parece haber sido una obra
imponente. ¿Cómo llegó hasta aquí este fragmento? ¿Por qué ha sido cercenado y escondido?
El caguayrán es un árbol cubano propio de esta región; uno de tantos emblemas nacionales desde
que se convirtiera en un nombre más para referirse a Fidel Castro. Al árbol se lo conoce como el
quiebra-hacha, indestructible, por su “incorruptibilidad y dureza extraordinaria”.
¿Quién decidió realizar una escultura de Fidel usando como materia el árbol que lo representa? ¿Y en
qué contexto la obra mereció ser destrozada y escondida?
Varios lugareños apuntan a un escultor y pintor autodidacta, hoy recluido en el monte. Un San Lázaro
viviente. Ramón Moya Hernández. Hacia allí vamos, para conocer su historia.
Moya viste de manera extravagante y suele llevar un bastón tallado, a cuyo cabo ata pañuelos y
cintas de colores. Usa camisas de mangas largas o capas, dependiendo del país que haya decidido
representar. Después de aquel episodio, se volcó de lleno al arte performático. Ha dejado de esculpir
para convertirse él mismo en una obra de arte.
Tiempo atrás, en lo que hoy parece haber sido otra vida, Moya decidió esculpir una obra en honor a
su comandante, eligiendo a tal efecto un majestuoso tronco de caguayrán que encontró en una de
sus habituales peregrinaciones por el campo. Lo trasladó al taller que tenía en el barrio norte de la
ciudad y allí se inspiró en sus creencias africanas para darle forma a la madera, ubicando por encima
del comandante las figuras de los santos traídos a Cuba por los esclavos africanos; incluyendo,
reinante, a San Lázaro, en una instalación de más de 6 metros de altura.
La obra fue presentada a un selecto público de intelectuales y artistas de la ciudad que ponderaron
su majestuosidad.
Pero el concepto fue rechazado por las autoridades. Vieron como un sacrilegio que Moya enalteciera
las raíces culturales africanas por encima de Fidel. Resolvieron sepultar la obra. La dividieron y
ocultaron en oscuras esquinas de las instituciones del gobierno. Se olvidaron de Moya y le retiraron
cualquier tipo de apoyo, abandonándolo a su suerte.
Este episodio mató al Moya escultor y dio a luz al Moya artista. Hoy es él mismo un San Lázaro,
reinante entre los Santos de los esclavos africanos. Insolente, libre. Se ha convertido en una protesta
viviente contra la censura. Considerado por muchos como un loco indigente, él parece haber
encontrado un tipo de pureza y lucidez reservado para aquellos a los que el mundo les ha dado la
espalda; cultivando las virtudes del árbol que marcó su suerte; su incorruptibilidad y su resiliencia.
