• Taller: B_A_C_K_W_A_R_D_S Tiger Balm/ Pomada china para aliviar tu viejo dolor y el mío.

  • DATOS DE INTERÉS

    INVITADO:
    Juan Sí González


    Sinopsis:

    Creadores, curadores, periodistas, críticos e intelectuales cubanos interesados en la obra de Juan Si González, en la historia del proyecto Art-De y en las condiciones de trabajo de los artistas independientes en décadas anteriores, revisan y comparten vivencias, anécdotas e información sobre este proyecto ante a la ausencia del artista, impedido de asistir por la Seguridad del Estado. Aquí encontrarás testimonios de personas cercanos al artista y al colectivo que integró; también reflexiones sobre el parecido con la época que parece repetirse. El diálogo intergeneracional trató sobre la producción artística independiente y las responsabilidades éticas y cívicas que, a pesar de las limitaciones del contexto, los creadores cubanos han asumido como tradición.

    Este es su testimonio sobre escrito a manera de diario:

    Testimonio de mi último viaje a la Habana (febrero del 2020)

    Viernes, 31 de enero

    Llegue a la Habana el viernes 31 de enero alrededor de las 4:00 p.m. Mi esposa Paloma, mi hija menor Mila y yo, veníamos en un vuelo de United Airline #6306 desde Houston, Texas. Yo estaba muy tenso porque en repetidas ocasiones había tenido dificultades para entrar o salir de Cuba.Para mi sorpresa, los tramites de aduana fueron rapidos y, al pasar por el chequeo migratorio, me dijeron: “Bienvenido a tu pais, Juan Enrique Gonzalez Lopez”. Sobre las 5:00 p.m. llegamos a la casa de rentas que nos ha hospedado en 3 viajes anteriores. Llamamos a la madre de mi hija mayor Frida, el principal motivo de nuestro viaje, para que nos la trajera al otro día.

    Sábado, 1 de febrero.

    Muy temprano en la mañana salí solo a caminar y hacer fotos. Fui hasta el puerto para ver el amanecer. Regresé a casa, desayunamos y nos fuimos hasta la calle Obispo para sacar una nueva línea de teléfono y tarjetas para internet. Cuando regresamos a casa, mi hija Frida y su mamá nos estaban esperando. Fue muy emocionante el reencuentro. Luego incorporé los nombres y números de teléfonos de mis amigos en la habana y organicé los regalos que traía para mi familia y para ellos. En la tarde hice un rastreo por la zona y traté de encontrar la dirección de INSTAR. La sede estaba cerrada. Me sorprendí de lo cerca que estaba de donde estábamos hospedados. Me senté en el escalón de la entrada de una casa en la calle Tejadillo y le escribí una nota a Camila Lobón, con mi número de teléfono local.

    Domingo, 2 de febrero

    Salí temprano en la mañana a caminar. Antes de regresar paré en el Hotel Sevilla para tomarme un café y fumar. Hice el plan del día y leí como una hora. Estaba tratando de conectar conmigo, de centrarme, antes de que empezara la faena familiar. Regresé a casa, desayunamos y fuimos a caminar hasta el Malecón. Cuando regresamos, ya mis hermanas y sus familias estaban allí esperándonos. Salimos todos a cenar. Éramos 9 personas. Buscamos lugar para celebrar los cumpleaños de mis 2 hijas: Frida y Mila.

    Lunes, 3 de febrero

    Como de costumbre volví a salir temprano para caminar y registrar la ciudad con mi cámara. Me tomé un café en el Hotel Inglaterra. Regresé a casa como a las 9:00 a.m. Más tarde me encontré con Camila, hablamos y le entregué un sobre con documentación de mi obra, un libro de las acciones del grupo Art-De y un disco duro, donde estaba organizada mi presentación. Ella se fue como una hora después y me dijo que estaría en INSTAR casi todo el día. Me quedé muy impresionado con su pureza, honestidad y talento. Fue muy inspirador ver a una joven artista con esa capacidad y compromiso cívico. Esa misma tarde pasé por INSTAR para conocer el espacio y ver la sala donde iba a realizar mi intervención y charla. Ella me hizo un tour por el Instituto. Luego preparó café y nos sentamos en el patio a preparar el evento. Ahí comenzó a enviar las invitaciones. Yo estaba algo nervioso pensando en el reencuentro con tantos amigos queridos y nuevos colegas con los cuales intercambiaba vía Facebook. Como dos horas después regresé a casa y salí a pasear con mi familia.

    Martes, 4 de febrero

    Salí a hacer fotos. Hice un gran recorrido: caminé bordeando el Capitolio hasta llegar al Barrio Chino. Camine toda Zanja. Pasé a ver una exposición del artista argentino Jorge Macchi, en la galería Arte Continua. Luego, de vuelta hasta el Malecón, me senté allí a ver el mar mientras repasaba mis años en el ISA, los sucesos de G y 23, las detenciones, el aislamiento y mi salida definitiva, en 1991, rumbo a Panamá. Aquel puro e ingenuo empeño por crear un espacio público para el encuentro y la práctica deliberativa, que me había cambiado la vida para siempre. Ya llevaba viviendo fuera de Cuba más años que los que tenía cuando tuve que exiliarme. Regresé a casa cerca del mediodía y tuvimos el resto del día en familia.

    Miércoles, 5 de febrero

    Caminata habitual. Hice fotos en barrios jodidos de Centro Habana. Como a las 8:30 a.m. regresé a casa, recogí una bolsa de tela con 8 libros, que yo había traído para donárselos a la biblioteca de INSTAR: 4 libros de arte contemporáneo, en 2 de ellos aparecía Tania Bruguera. Los otros 4, eran excelentes libros de amigos que yo admiro, autores cubanos exiliados. En la casa todos dormían y salí de nuevo, esta vez con la bolsa y la cámara para ir a comer algo y tomarme un café. Caminando por la calle Empedrado, pensé en el Hotel Plaza porque allí me había podido conectar a Internet. Me senté en el Café vacío en una mesa de 4 sillas. Pedí ́ un sándwich pequeño de jamón y queso y un café. Empecé a tratar de conectarme, pero desistí: la conexión estaba muy lenta. Probé el café, prendí un cigarro y me puse a leer. De repente, aparecieron 2 personas, corrieron las sillas y se sentaron a mí mesa, sin pedirme permiso: uno frente a mí y a mi derecha. Eran agentes de la Seguridad del Estado, vestidos de civil. Me dijeron de inmediato que no querían alboroto y que venían a conversar amistosamente conmigo, a advertirme sobre mi presentación en INSTAR. Ellos llamaron al camarero. Le pidieron también café y otro cenicero. Uno de ellos sacó una caja de cigarros H. Upmann Selecto. La colocó sobre la mesa, al lado de la mía de Marlboro. Le pasó un cigarro al otro. Ambos se pusieron a fumar. Ellos estaban en control. Yo muy nervioso. Hicieron silencio, tomaron un par de sorbos de café y 1 de ellos dijo que tenía que ir al baño. Dejó su teléfono y el cigarro prendido apoyado en el cenicero. Me percaté que mi teléfono también estaba sobre la mesa, a la vista de ellos. Quise guardarlo y también mi libreta de notas, pero el agente me dijo que me habían visto haciendo fotos bien temprano en las mañanas, haciéndome saber que estaban muy bien informados sobre mis movimientos. Le dije que sí, que me gusta hacer fotografías con la luz del amanecer... Me interrumpió y de inmediato me preguntó si yo conocía bien a Tania Bruguera. Volví a asentir: “estudiamos juntos en el ISA hace como 30 años”. Me dijo que si sabía que ella recibía dinero de “instituciones enemigas de la revolución”. Le dije que no tenía idea, que lo que yo sabía era que ella tenía mucho prestigio internacional como artista, que era muy respetada. Le dije que ella y el Instituto Internacional de Artivismo, al saber que yo estaba aquí, me habían invitado de manera informal para que hablara sobre mi obra. Él insistió que era la casa de Tania, que lo de Instituto era “un cuento de caminos... Eso no es más que una casa donde se reúnen disidentes y detractores de las verdaderas instituciones culturales del país. Además, ustedes se pusieron de acuerdo y lo planificaron mucho antes, ¿no es verdad?”. Le dije que habíamos intercambiado por Messenger y que cuando llegara a la Habana nos poníamos de acuerdo respecto al día, ya que yo estaba ocupado con mi familia.

    El otro agente regresó. Se sentó y empezó a intimidarme. Me dijo que era así de sencillo: “Si haces esa presentación en esa casa, podemos separarte de tu hija, ya que tú, como ciudadano americano, no tienes ninguna potestad legal sobre ella, y, encima de eso, estarías cometiendo un delito contra el Estado, porque nos mentiste al entrar en tu declaración de aduana, solo dijiste que venías a visitar familia y no declaraste que venías con la intención de realizar un evento clandestino en un llamado Instituto, no reconocido como tal. También podemos invalidar tu pasaporte y no podrás regresar nunca más a ver a tu familia. Pero, si de verdad te interesa hablar y compartir tu trabajo con especialistas y artistas cubanos, podríamos coordinar para que lo hagas legalmente en alguna de nuestras instituciones culturales que esté disponible antes de que te vayas”. Yo les dije que no, porque fui censurado por esas instituciones y que no haría nada en espacios oficiales, al menos no por ahora. Hablar de mi obra extraoficialmente, no es un delito...
    El agente a mi derecha cogió mi celular, lo miró por un momento y le conectó un aparato que nunca había visto antes. Escribió algo en un pequeño teclado, creo que mi nombre y acto seguido transfirió mi data del teléfono donde tenía todos los números de contacto en La Habana. Luego los borró de mi teléfono y me lo devolvió.
    Me preguntó bruscamente qué había dentro de la bolsa de tela que estaba entre mis piernas en el piso. Le dije que eran libros de arte. La cogió, la puso en sus piernas y la abrió. Sacó 3 sobres grandes que decían afuera INSTAR Biblioteca. Sin abrir los sobres y mirar los libros, me dijeron que esos libros no debían haber entrado al país y me los confiscaron. Se pusieron de pie con los sobres en la mano y me dijeron: “Te seguiremos observando de cerca. No más fotos y, si haces mañana la presentación en esa casa de Tejadillo, atente a las consecuencias”.
    Me quedé sentado allí en silencio, por un largo rato. No quería levantarme, prendí otro cigarro y pensé en la absurda obstinación de ese gobierno por domesticar a todo un pueblo y establecer homogeneidad de pensamiento. Pensé en el enfermizo hábito de difamar, estigmatizar y doblegar a todos aquellos que se empeñan en generar ideas y un pensamiento propio e independiente.
    Me levanté. Sentía mis piernas flojas. Fui al baño. Me lavé la cara. Pagué mi cuenta. Salí del Hotel rumbo a casa. Creía reconocer en el rostro de cada persona que me cruzaba a un posible agente. No le conté a nadie lo sucedido, para que no se alarmaran. Me integré a las actividades con la familia. Nos fuimos a dar un paseo en coches de caballos. Tuve que aguantar por una hora y media la tangana de Eusebio Leal balbuceada por el cochero.

    Jueves, 6 de febrero

    Dormí hasta tarde. No salí a caminar. Estaba tenso, enojado, nervioso y desmotivado para salir a tirar fotos. Pensaba en todo lo que me habían dicho, en mi hija Frida. Pensaba en todos a los que, sin querer, yo podía estar perjudicando. Me invadió la culpabilidad.
    Pensaba que ese aparato represivo era la única cosa que funcionaba en mi país y que solo eso hacía que ese sistema siguiera en pie. Conecté la cámara a la computadora de mi esposa y bajé todas las fotos, las escondí en una de sus carpetas con otro nombre.
    Desayunamos y ayudé a mi hermana y a mi sobrina a preparar su viaje de regreso a Pinar del Río.
    Paloma, mis dos hijas y yo nos fuimos a caminar. Luego volvimos a Obispo para conectarnos a Internet y después a comprar libros usados, mientras ellas compraban suvenires. Regresamos a casa y le pedí a mi esposa que fueran a pasear a las 3, para poder concentrarme y pensar en la presentación. Alrededor de las 4:00 p.m., una hora antes de la presentación tocaron el timbre de la puerta. Yo estaba solo en el cuarto mirando las imágenes en la computadora. La señora de la casa abrió y escuché una conversación, entreabrí la puerta del cuarto y pude ver a una oficial, una mujer de mediana edad uniformada y con grados de capitana. Pude ver que estaba revisando el libro de registro de huéspedes y haciéndole preguntas sobre mi persona. Estaba muy insistente en saber quién y cómo yo había conseguido conseguir el hospedaje tan cerca de la casa de Tania Bruguera. La señora le dijo que nosotros habíamos estado 3 veces antes hospedados en la casa. Le pidió el registro y los emails de intercambios para la reservación. Le dijo a la señora de la casa que yo me estaba reuniendo con artistas desafectos a la revolución y le preguntó si alguien había venido a visitarme. Le dijo que yo iba a hacer una presentación a las 5:00 p.m. en la casa de Tania, la disidente que vive y tiene ese centro en Tejadillo 214. Le enfatizó que yo no podía salir de la casa hasta el sábado al mediodía, que no podía hacer esa presentación, que no podía recibir visitas de nadie y que, si alguien pasaba buscándome tenía que informarle. Le amenazaron con quitarle su licencia por alojar a un desafecto del exilio en su casa. Al despedirse le preguntó si le quedaba claro, que recordara que nosotros nos iríamos en unos días, pero que ella se quedaba y que esos eran sus frijoles. 10 minutos después regresó mi esposa con las niñas, entró al cuarto y me preguntó cómo me sentía, si estaba listo para la presentación. Fuimos al baño y le conté todo lo sucedido. Se preocupó mucho. Hablamos sobre qué podíamos hacer. No queríamos perjudicar a la señora de la casa ni a nadie. Nos habían tratado muy bien y no podíamos creer que, por una simple charla, podríamos desgraciarle la vida a alguien. Me asomé al balcón a ver si veía a algún agente. La señora de la casa estaba muy asustada, pero no quería comentarme nada. Se encerró en su cuarto. Fui a la cocina e hice café, pensamos durante un rato y justo a las 5:00 p.m., decidimos no ir. Nos habían construido una trampa cargada de culpabilidad y que recaía sobre otras personas que se quedaban en Cuba. Le dije a Paloma que saliera, que conectara a Camila que nos habían prohibido salir de la casa, que me habían amenazado y no podría ir. Ella y Camila intercambiaron mensajes.

    Lista de los libros que me fueron confiscados:

    1. Global Feminisms
    2. Fresh Cream
    3. Installation Art in the New Millennium
    4. Pasos Peligrosos: Performance y Política en Cuba (Coco Fusco
    ) 5. El estante vacío (Rafael Rojas)
    6. Tumbas sin sosiego (Rafael Rojas)
    7. Archivo y terror (Carlos Aguilera)
    8. La fiesta vigilada (Antonio José Ponte).

    Viernes, 7 de febrero

    No salí de la casa. Traté de leer. Hice fotos desde el balcón. A cada rato salía a ver si podía distinguir a algún agente. Un grupo de amigos pasaron por la casa. Me gritaron desde la calle. Me asomé al balcón y hablamos breve. Les dije que estaba bien, pero que no podía salir a saludarles. Les dije que yo estaba vigilado, que se fueran que yo no quería perjudicarles.

    Mi esposa Paloma, tuvo que salir a buscar comida y botellas de agua. En la noche llamé a un Taxi. Yo tenía que llevar a mi hija Frida de regreso a casa de su mamá. La dejamos, nos despedimos y regresamos en el mismo carro hasta la casa.

    Sábado, 8 de febrero

    Nos levantamos tarde, desayunamos, hicimos las maletas, nos despedimos alrededor de las 12:30 p.m. Salimos hacia la terminal 2 del aeropuerto José Martí. Nuestro avión despegaba a las 4:30 p.m. Fuimos a chequear los boletos. Primero a mi hija. Luego a mí. Cuando vieron mi pasaporte cubano, me dijeron que me faltaba un sello, que no sabían cómo había podido entrar sin la prórroga y que yo no podría salir. Quisieron chequear el de Paloma y ella dijo que no, que saldríamos juntos. Me dijeron que yo tendría que ir a inmigración en Miramar.
    Discutimos un rato, Paloma empezó a hablar en inglés y dijo que haría llamadas. Vino una oficial y nos condujo a una oficina de inmigración dentro del aeropuerto. Allí estuvimos como 1 hora y media esperando, hasta que nos atendió una oficial de alto rango. Estaba molesta, me preguntó si yo era ciudadano americano y le dije que sí. Me pidió el pasaporte. Mirando su computadora, me dijo que yo había salido en el 91 rumbo a Costa Rica y que de inmediato salté para ese país del norte. Me dijo que yo no debía haber entrado, que ellos debían haberme deportado de vuelta a Houston. Estuvo mirando y mirando mi estatus migratorio en su pantalla y finalmente me dijo que iba a ser benévola y flexible, porque el error había sido de ellos, al dejarme entrar. Me puso un cuño en el pasaporte y escribió una nota, luego puso un papel dentro de mi pasaporte y se lo entrego a otra oficial, que me pidió que la acompañara. Me llevaron de vuelta a chequear mi boleto de viaje. Nos separaron: mandaron a mi esposa e hija por la puerta #6 y a mí por la puerta #1. Me chequearon, pasé primero que ellas a un espacio donde estaba yo solo y 2 oficiales. Chequearon mis maletas y mi mochila, me revisaron las fotos de la cámara y me decomisaron 6 libros que había comprado en una librería de libros usados.

    Lista de libros decomisados:

    1. El 71_ Anatomía de una crisis (Jorge Fornet) sobre el caso Padilla.
    2. Enemigo Rumor (José Lezama Lima)
    3. El reino de la imagen (José Lezama Lima)
    4.La isla en peso (Virgilio Piñera)
    5.Entre Eros y Tánatos (Reinaldo Arenas)
    6.Migración y Exilio: Estudio Psicoanalítico (León y Rebeca Grinberg).

    También me decomisaron una medalla con la imagen en relieve de José Martí que nos habían regalado. Tengo copia conmigo del documento de este decomiso. También quiero añadir que mi esposa e hija fueron testigos del trato que me dieron y estaban aterradas.


    Biografía:

    Juan Sí es un artista cubano interdisciplinario, graduado de la Escuela Nacional de Arte de La Habana y del Instituto Superior de Arte (ISA). Participó en las dos primeras ediciones de la Bienal de La Habana. En 1987 cofundó el grupo Art-De (sobre arte y derechos) y comenzó a hacer de forma independiente performance interactivo en las calles de La Habana y videos clandestinos sobre conflictos sociales en Cuba. Cuando emigró a Miami en 1993, comenzó a crear site-specific, mezclando medios como la instalación y series de fotografías a gran escala. Vive en Ohio desde 2003. Su obra se ha exhibido en el Museo de Arte Frost, Museo de Arte de Fort Laudardale, el Museo de Arte de Miami, el Museo de Arte Latimoamericano, Museo del Barrio, la Exit Art Gallery y el Centro Georges Pompidou, entre muchos otros. Su taller en Instar sobre la experiencia que Art- De, uno de los proyectos artísticos míticos de los 80 que rompió los límites entre arte y activismo político, fue frustrado por la Seguridad del Estado.